¿Para quién diseñar un hospital, para los médicos o para los enfermos?
La respuesta es para ambos, si bien los enfermos requieren ser atendidos ofreciéndoles los mejores recursos y atención también los médicos para desempeñar su trabajo requieren de instalaciones y equipo que les facilite hacerlo.
Dependiendo del hospital de que se trate, si es público, es privado o si es habitación privada, compartida, sala general, o bien dependiendo de tipos de pacientes respecto a su edad, padecimientos, etc., las habitaciones de un hospital pueden ser de muy diversos tipos.
Algunas ofrecen ciertas facilidades y servicios para los familiares, pero en la mayoría de los hospitales esto representa grandes problemas para pacientes, familiares y el hospital mismo.

¿Para quién se diseña un hospital para médicos o enfermos?
Quien ha estado en un hospital, ya sea como paciente o como familiar de uno de ellos seguramente ha sentido que los hospitales se construyen y se equipan para los médicos.
Y podemos pensar que de alguna manera esto hace mucho sentido ya que son los médicos quienes necesitan tener todas las facilidades para poder desempeñar su trabajo de la mejor manera, en beneficio de los pacientes, claro está.
Sin embargo los pacientes opinan que es por ellos que existen los hospitales, y que en consecuencia es también gracias a ellos, los enfermos, que todas las personas que allí laboran cuentan con un empleo, lo que también es cierto.
Estando de ambos lados de la situación
Hace algún tiempo una estudiante de medicina se vio de pronto inmersa en el ambiente hospitalario, pero no a causa de sus estudios y prácticas sino debido a que su madre tuvo que ser hospitalizada por una emergencia.
Esta joven vivió la experiencia que casi todos hemos vivido o viviremos en algún momento de nuestra vida pero bajo una óptica un tanto diferente ya que el medio hospitalario para ella era en cierto modo conocido aunque aún no como médico ni como enfermera, y en esta ocasión ella era simplemente el familiar de un enfermo.
En el transcurso de sus primeras visitas al hospital, como estudiante, lo primero que sintió fueron los tristes colores con los que estaban pintadas las paredes.
Además llegó a la conclusión de que al igual que como todos los estudiantes hacen, tendría que hacerse a un lado para que pudieran pasar los diferentes grupos de médicos que iban y venían por los corredores, y quienes al parecer ni siquiera se percataban de la presencia de los estudiantes ni de algunos enfermos y/o acompañantes que deambulan por los corredores.
Cuando hubo la necesidad de hospitalizar a su madre no solamente vivió la experiencia como estudiante sino como familiar de una persona enferma.
La experiencia fue sumamente dura para ella debido a que fueron largas jornadas en las que apenas podía salir del hospital para tomar algún café o calmar el hambre con algún bocado por ahí.
Pero esto incluso no se podía calificar como un “descanso” ya que su mente estaba constantemente dentro del hospital, dividida entre sus estudios y la enfermedad de su madre.
La tensión de la chica se fue acumulando y la gota que derramó el vaso fue cuando en la cafetería del hospital ordenó un café capuchino y en su lugar le sirvieron un simple café descafeinado, algo totalmente diferente a lo que ella había pedido.
En situaciones normales se puede pensar que el error no fue grave, pero la joven en ese momento se sintió completamente ignorada y se derrumbó emocionalmente rompiendo en llanto.
Decidió entrar a su auto mientras lograba controlarse y meditar un poco sobre la situación.
En ese alto que hizo tomó consciencia de que los hospitales NO son únicamente para los médicos, como ella y muchos compañeros estudiantes sentían al recorrer los pasillos siempre pegados a las paredes para no estorbar, como si fueran seres invisibles o de categoría inferior.
Los hospitales son para los enfermos y sus familiares, y para todas aquellas personas que además del dolor físico y el agotamiento viven momentos de angustia y sufrimiento.
Esto la hizo superar aquellos sentimientos de inferioridad y asumiendo una actitud triunfante avanzó por los corredores del hospital hasta llegar con su madre.
Iba verdaderamente sorprendida de que debido a su cambio de actitud hubo grupos de médicos que se hacían a un lado cediéndole el paso.
Incluso sarcásticamente y a manera de travesura pensó sonriendo que muy probablemente no era en sí que le cedieran el paso sino que se apartaban debido a que ¡hacía varios días que no se bañaba debido a que no podía dejar a su madre sola!
Esta chica envía una petición a todo el personal de clínicas y hospitales para que no solamente se hagan a un lado para dejar pasar a aquellos personajes con sus impecables batas blancas y su calzado especializado de varios cientos de dólares.
También hay que cederlo a tantos seres humanos tristes, fatigados y muy frecuentemente desaliñados tras horas interminables en las salas de espera, a aquellas personas que llevan dolorosamente en su rostro ojeras sobre ojeras y bolsas en los ojos, que no son producto más que del dolor y la fatiga tras ser testigos silenciosos del sufrimiento de sus enfermos.
Les pide encarecidamente que recuerden que en su condición de seres humanos, en cualquier momento puede ser necesario que se despojen de su bata y dejen su estetoscopio e instrumentos de exploración, para convertirse en hijos, padres, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, abuelos o amigos de un enfermo.
En cuanto al diseño de salas, pasillos, habitaciones y otras áreas hospitalarias es pues muy importante tener todo esto en cuenta, no solamente en cuanto a la funcionalidad de los espacios sino a crear una atmósfera acogedora, que invite a la relajación y al descanso, y no a la angustia, la incertidumbre, y todo lo que ya de por sí representa estar en un hospital, ya sea como paciente o como acompañante.
Está demostrado que un mejor ambiente favorece un mejor estado de salud.